Consorcios de microorganismos en citricultura

El modo más riguroso del que dispone el ser humano para encarar la realidad y averiguar cómo las cosas son se llama método científico. El científico imagina hipótesis que, a continuación, contrasta con la dura realidad. Basta una sola y mínima prueba en contra para descartar la hipótesis en cuestión. La ciencia maneja ideas refutables. La ciencia enuncia teorías revisables. Sus verdades son de carácter provisional. La ciencia, por tanto, niega basarse en creencias, dogmas o ideologías.

Pues bien, la ciencia afirma que el sistema digestivo y el sistema defensivo de nuestros cultivos dependen del suelo. En una zona muy concreta del suelo, la rizosfera, bacterias y raíces entablan un coloquio químico con mutuos beneficios. Raíces y bacterias demuestran que los seres vivos evolucionan más eficientemente cooperando que compitiendo.

Los cultivos se nutren y fortalecen desde el suelo, vía las raíces: el suelo es esencial para la vida. Y la vida es esencia para el suelo: un suelo sin vida ya no es un suelo, es una tumba para la citricultura. Porque cuando un sistema vivo, y el suelo de nuestros huertos debería serlo, pierde biodiversidad, también pierde complejidad y, sobre todo, pierde capacidad para convivir con la incertidumbre y sobreponerse a las perturbaciones.

El manejo del agroecosistema se ha venido basando en una aritmética excesivamente simple: añadir lo que falta y eliminar lo que sobra. Sin embargo, no se trataba de aplicar un producto en concreto en un momento determinado, sino de considerar el suelo como un sistema vivo y, por tanto, constituido por una trama compleja de relaciones, en la que una misma causa no siempre produce idéntico efecto y en la que un efecto es, a su vez, causa de otros muchos efectos.

Concepto de biomímesis

Una evidencia: la naturaleza es la única empresa que en 4.500 millones de años nunca ha quebrado.

Una estrategia: copiémosla.

En eso consiste, precisamente, la biomímesis: en imitar los diseños y los procesos de la naturaleza en la resolución de problemas técnicos.

La puesta en práctica del concepto de biomímesis por parte de Servalesa, es decir, su aplicación a los suelos agrícolas, se llama consorcio de microorganismos.

Si queremos seguir cosechando fruta de nuestros árboles, debemos empezar a cultivar la biodiversidad de nuestros suelos.

Propiedades de los consorcios de microorganismos

• Adaptabilidad: cepas cosmopolitas, cepas capaces de establecerse y desarrollarse en suelos de diferentes texturas, con diferentes pHs y a diferentes temperaturas.
• Polivalencia: cada una de estas cepas desempeña, en mayor o menor grado, diversas funciones.
• Sinergia: cepas compatibles entre sí y que juntas optimizan sus efectos.

Efectos de los consorcios de microorganismos

• Biofertilización: cepas que fijan nitrógeno atmosférico, cepas que solubilizan fósforo, cepas que movilizan potasio, cepas que quelatan hierro, cepas que descomponen la materia orgánica.
• Bioestimulación: cepas que producen metabolitos que ayudan al arbolado a superar episodios estrés.
• Biorregeneración: cepas que favorecen la estructuración del suelo, mejorando la circulación del agua, el aire y los nutrientes. Cepas, además, que eliminan contaminantes del suelo.

Biomasa + metabolitos secundarios

Servalesa, en todos sus productos de naturaleza bacteriana, incorpora microorganismos vivos, así como los metabolitos producidos durante sus respectivas multiplicaciones en biorreactores.

De modo que, en caso de que los microorganismos no dispusieran de tiempo ni condiciones para establecerse, estos metabolitos empezarían a actuar sobre el suelo y los cultivos desde el mismo momento en que se aplicase el producto.

La citricultura, como la vida

En definitiva, la citricultura, como la vida, no va de trazar rectas, sino de asumir curvas.

La citricultura, como la vida, no va de estados descritos por fórmulas, sino de procesos que se desarrollan en el seno de sistemas complejos. La citricultura, como la vida, no va de conquistar certezas. La citricultura, como la vida, va de descubrir entre incertidumbres. La citricultura, como la vida, tampoco va de enseñar a llegar el primero, sino de aprender a parar a tiempo.

Lo asombroso de la vida no es lo rápido que pasa. Lo asombroso de la vida es que nos llega desde lo más hondo e invisible, allá donde solamente alcanzan el microscopio óptico y las voluntades razonables.