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LA IMPORTANCIA DE LOS CONSORCIOS DE MICROORGANISMOS EN LA AGRICULTURA

El suelo es esencial para la vida y lo novedoso es que la vida es esencial para el suelo. No obstante, el ojo humano no es capaz de ver esa vida en el suelo compuesta por multitud de organismos, microorganismos entre ellos.

¿Nos creemos los microorganismos? Pues bien, es una pregunta actual, pero los microorganismos no son solo cuestión de creencias o fe, podemos tener seguridad o confianza en ellos en mayor o menor medida, pero también podemos observarlos a través de un microscopio y, por supuesto, es una verdad irrefutable que son los grandes protagonistas de la vida y responsables de la multitud de procesos para que suceda. Al fin y al cabo, los microorganismos son los habitantes más veteranos de la Tierra y solo se han identificado un 1% de hongos y 8% de bacterias de las estimaciones.

Pensemos en una de las grandes maravillas de la naturaleza: el Amazonas, por ejemplo, ¿somos realmente conscientes de la inmensa cantidad de microorganismos que trabajan allí a diario? O pensemos ahora en la única de las siete maravillas del mundo antiguo que perdura: las Pirámides de Giza, ¿cuántos microorganismos intervinieron en su construcción y cuántos siguen habitando esa porción del desierto hoy? Son preguntas de difícil respuesta pero que nos empujan a concluir que seguramente el número es (o fue) muy alto y que estos tienen (o tuvieron) que trabajar mancomunados o en consorcio para conseguir su cometido y que, además, este es el ciclo natural de la vida. Por otro lado, se calcula que el microbioma del ser humano puede estar compuesto por 37 mil millones de microorganismos, además de ser los artífices de nuestra creación y existencia.

Todas estas verdades universales deberían ser motivos suficientes para venerar a los microorganismos y estar, y nunca mejor dicho, eternamente agradecidos, ya que ellos de momento sí están siendo eternos.

Pues bien, ya pensando en agricultura y contra todo pronóstico, los humanos llevamos décadas decidiendo irrumpir en el ciclo natural de la vida mediante el uso de fertilizantes de síntesis y fitosanitarios. El afán del aprovechamiento tecnológico y nuevos modelos de negocio tras la segunda guerra mundial nos llevó al punto de producir alimentos en abundancia, incrementar los estándares de bienestar de las sociedades (en mayor o menor medida) y, en última instancia, aumentar exponencialmente la población. Y, ¿a costa de qué? A costa de la utilización sin mesura de fertilizantes y fitosanitarios de síntesis que han incrementado los problemas de erosión (reducción drástica o eliminación total de materia orgánica del suelo), empobrecido los suelos, bloqueando nutrientes en formas no asimilable para las plantas, desequilibrando fauna y flora, aumentado problemas de salinidad y, entre otras muchas consecuencias, dejando la vida del suelo de lado y a las bacterias en paro.

BIOMÍMESIS

Resulta curioso que los microorganismos en agricultura, creadores del ser humano, han sido ninguneados y olvidados por los mismos seres humanos hasta hace relativamente poco. Decidimos hace aproximadamente 80 años menospreciar el potencial agricultor de los microorganismos y sustituirlos por otras alternativas que a priori eran más eficientes creando sistemas menos complejos y desequilibrados.  

Afortunadamente, hace ya más de dos décadas diferentes corrientes intelectuales o stakeholders alzaron la voz en pro de la sostenibilidad para lograr satisfacer necesidades del presente (alimentos más seguros) sin comprometer la capacidad de futuras generaciones (cuidando los recursos y medios de producción). La sostenibilidad se ha erigido como el principal baluarte y razón de ser para muchas empresas del sector agroalimentario y en una tendencia de consumo imparable para los consumidores de todo el planeta. Para conseguir este fin, la ciencia ha puesto el foco en la investigación y el desarrollo de tecnología que imite la naturaleza, es decir, en diseñar soluciones a problemas que surjan a partir de la imitación de estrategias probadas y optimizadas durante miles de millones de años por la naturaleza, o utilizar la naturaleza como fuente de inspiración. En resumen, la biomímesis.

 

CONSORCIOS

Basándonos en el principio de la biomímesis, desde Servalesa proponemos la utilización de consorcios de microorganismos con el objetivo de complementar prácticas de fertilización convencional con mayor racionalidad y contribuir a restituir las mancomunidades en los suelos agrícolas, participando del aumento y reequilibrio de poblaciones de microorganismos mediante la aplicación exógena de aquellas cepas consideradas beneficiosas para los suelos y los cultivos, y teniendo en cuenta que no son sustituto de nada y que más bien son un complemento. “Las células individuales forman poblaciones; las poblaciones que utilizan los mismos recursos constituyen agrupaciones llamadas «gremios», y los conjuntos de gremios que llevan a cabo procesos fisiológicos complementarios interaccionan para formar comunidades microbianas. Estas comunidades interactúan, a su vez, con comunidades de macroorganismos y definen el conjunto del ecosistema» (Madigan, Martinko & Parker, 1999, 533)

Generalmente, los consorcios de microorganismos son productos basados en la microbiología que aúnan en un mismo formulado distintos microorganismos y cepas de microorganismos que destacan por su biodiversidad, lo que da pie a la adaptabilidad, polivalencia, sinergia y eficacia de estos. «La vida no conquistó el globo con combates, sino con alianzas» (Margulis & Sagan, 1986, 15, citado por Capra, 1998, 242)

Un primer aspecto importante es la adaptabilidad, que se basa en la capacidad que tienen los microorganismos y las distintas cepas para establecerse y desarrollarse en un gran abanico de suelos con distintos valores de pH, textura, conductividad eléctrica. Los microorganismos incluidos en los distintos formulados a base de consorcios deben tener la capacidad de adaptarse, es por ello que la calidad juega un papel fundamental, ya que una alta concentración de esporas en el formulado será un factor determinante en la adaptación.

Un segundo aspecto fundamental es la polivalencia de los consorcios de microorganismos. Existe un empeño en adaptar la conceptualización de las moléculas de síntesis a la microbiología dando pie a una gran multitud de productos en el mercado con una sola cepa a la que solamente se le atribuye un único beneficio o función (fitosanitario, bioestimulante o biofertilización). Sin embargo y siendo estrictos con la ciencia, a una sola cepa de un microorganismo se le pueden atribuir, con mayor o menor intensidad, multitud de modos de acción. Si multiplicamos el número de microrganismos y/o cepas en un formulado, estaremos multiplicando el rango de acción y de beneficios para el cultivo.

Un tercer aspecto es la sinergia. La asociación refleja estilos de vida sinérgicos o sintróficos (que significa «comiendo juntos») en el que el crecimiento y el flujo cíclico de nutrientes se conduce más efectiva y eficientemente que en poblaciones individuales (López, Domínguez & García, 2007). Funcionalmente, un consorcio microbiano supera la suma de sus partes; sus miembros mantienen la compatibilidad metabólica y ecológica siempre y cuando las transformaciones ambientales que se generan permitan que ellos coexistan cercanamente.

Por último, teniendo en cuenta que las secreciones del sistema radical son ricas en compuestos carbonados procedentes de la fotosíntesis y que el reino vegetal decide qué tipo de poblaciones microbianas tienen que acompañarle en su ciclo de vida, cabe destacar que la eficacia de los consorcios de microorganismos puede enfocarse desde muchos puntos de vista:

  • Que actúen como agentes de control biológico, es decir, que ayuden al control de enfermedades causadas por otras bacterias y hongos patógenos.
  • Que produzcan una inducción de los mecanismos de resistencia a patógenos y a factores abióticos.
  • Que sean productores de sustancias estimulantes, provocando un aumento en la velocidad de desarrollo del sistema radical, un aumento del vigor y una mayor productividad.
  • Que sean capaces de solubilizar macronutrientes, como fósforo y potasio, y de metabolizar la materia orgánica.
  • Que produzcan enzimas extracelulares y fitohormonas, como las auxinas.
  • Que secreten sideróforos, sustancias quelantes de hierro.
  • Que sean capaces de fijar nitrógeno atmosférico.
  • Que promuevan el crecimiento vegetal y estimulen el establecimiento de otros microorganismos beneficiosos asociados a las raíces como las micorrizas.
  • Que lleguen a degradar precursores del etileno.
  • Que produzcan proteasas y otras enzimas para poder degradar una gran variedad de sustratos naturales.

 
Al igual que sucede en otras industrias, la biología y la agronomía deben volver a reconocer y abrazar el potencial de los microorganismos. Debemos considerar que los consorcios microbianos ofrecen la posibilidad de entender cómo la asociación y la división de las tareas dentro de un sistema social permiten, a partir de la especialización, el desarrollo de proyectos que de manera autónoma no se podrían lograr.

El reto de la sostenibilidad es la oportunidad perfecta para que, a través de la biomímesis, hagamos uso de microorganismos en forma de consorcios para lograr devolver la vida al suelo, logrando optimizar cosechas sin comprometer la capacidad de producir de futuras generaciones. 

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