Después de muchos años trabajando en este campo, el de las personas en el mundo de las organizaciones, he podido comprobar que con independencia a su dimensión o complejidad, todas las empresas tienen un denominador común: son organismos vivos, es decir, están en continuo movimiento, se conectan con su entorno creando conexiones múltiples, tienen una capacidad adaptativa para poder subsistir y una estructura formada por una comunidad de personas con sus emociones, comportamientos, personalidades y motivaciones, lo que viene siendo “el alma de la empresa” concepto que poco a poco va calando en la conciencia de todos.
Es algo intangible pero esencial en las empresas y aunque no es fácil que alguien te pueda definir qué es el alma de su empresa, en segundos te dirá si su empresa la tiene o no, es algo que se percibe y que marca la diferencia. Su existencia nace de los propios principios y valores de la empresa y de la fuerte convicción de la dirección de que así sea, lo que hace que al final todo se ordene en este sentido, de una forma natural.
Todos sabemos que la empresa es algo más que un lugar donde ir a trabajar, pasamos muchas horas de nuestra vida allí, generamos verdaderos vínculos no solo profesionales sino también personales, necesitamos sentirnos parte del proyecto, que lo que hacemos tiene una trascendencia, un propósito y cómo no, sentirnos valorados. Los departamentos de personas juegan un papel importante en este sentido, deben velar y promover este espíritu.
Mantener viva esta dimensión reporta múltiples beneficios: provoca mayor armonía en las relaciones laborales, mejora la productividad, las personas están más comprometidas y satisfechas, lo que genera que se desarrollen unos patrones de conducta que impactan positivamente tanto dentro como fuera de la organización.
EL COMPROMISO O ENGAGEMENT DEL EMPLEADO, ES DIRECTAMENTE PROPORCIONAL AL COMPROMISO EMOCIONAL QUE LA EMPRESA MANTIENE CON ÉL. – KEVIN KRUSE –
Nuria Yuste Gaspar
Directora corporativa de personas
